sábado, 17 de noviembre de 2018

Reflexiones a propósito de #Jonestown (6)


Por Juan Manuel Otero Barrigón // El montaje ficcional de la vida en Jonestown no estaba dado por la insinceridad de los miembros del Templo del Pueblo, sino por la teatralización que J. Jones exhibía al gran público, con el fin de demostrar que estaba construyendo un paraíso en la tierra. La participación conjunta en las actividades comunitarias, la camaradería y el compañerismo entre los habitantes de la Comuna se vivían con alegría, intensidad y compromiso, especialmente al comienzo, cuando la utopía estaba aún en ciernes. Sin embargo, como hábil simulador, Jones sabía aprovechar cada oportunidad para exhibirse ante las cámaras y así mostrarse “como uno más” , compartiendo las mismas tareas extenuantes que el resto de los miembros del grupo, aunque sólo por poco tiempo. “Cada foto era una puesta en escena”, relata una ex miembro sobreviviente, “su poco tiempo dedicado a los trabajos físicos era sólo para ser visto”. Jonestown se edificó, así, como un proyecto colectivo, pero los mayores sacrificios descansaron en las espaldas de esos hombres y mujeres comunes que tradujeron aquellos sueños en esfuerzo cotidiano. Con el tiempo, el humor y las expectativas grupales comenzaron a decaer, el paraíso se tornó asfixiante, y el clima de paranoia fue copando el aire todos respiraban.

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