martes, 20 de diciembre de 2016

Sobre celibato y pedofilia en contextos religiosos católicos


Por Juan Manuel Otero Barrigón. // Cada vez que sale a la luz pública un nuevo caso de abuso sexual a menores en contextos religiosos católicos, suelen aflorar, desde ciertas voces desinformadas, dos planteos para explicar lo ocurrido. Por un lado, la pretendida relación entre celibato y pedofilia, y por el otro, el presunto vínculo entre pederastia y homosexualidad. Respecto a este último punto, ciertos sectores interesados (algunos, de la misma Iglesia) han pretendido instalar la nefasta idea de que la homosexualidad explicaría los casos de abuso, algo que desde hace años ya ha sido totalmente desestimado por los profesionales de la salud mental. No existe ninguna relación de causalidad entre homosexualidad y pedofilia. El primer punto es más complejo y problemático. El celibato es una norma disciplinaria proclamada por la Iglesia en los concilios de Letrán (siglo XII) y de Trento (siglo XVI), que surgió inicialmente al calor de las necesidades materiales y económicas de la institución, lejos de todo mandato evangélico. Y si bien es cierto que contextos religiosos de fuerte represión sexual, sobre todo cuando van de la mano de un pobre desarrollo emocional de sus miembros, son dables de impulsar vías distorsionadas de descarga pulsional, las estadísticas indican que la mayor prevalencia de abusos a menores ocurren en contextos intrafamiliares, en circunstancias en las cuales el criminal sexual no estaría impedido de vivir su sexualidad de manera natural. Entonces ¿ser sacerdote o célibe inclina hacia la pederastia? Podemos decir claramente que no. ¿Ser pederasta inclina hacia el sacerdocio? Ahí la respuesta ya es diferente, porque la Iglesia suele actuar de elemento protector en estos casos, ya que el sacerdote pederasta siempre piensa que es mejor caer en manos del obispo que del fiscal. Además, ciertas vocaciones sacerdotales posibilitan el contacto frecuente con menores de edad, algo que todo pedófilo se afana en encontrar. Es por tal motivo que aquellas profesiones que se desarrollan en relación con menores suelen ser frecuentemente las elegidas por el criminal pedófilo. Difícilmente encontremos muchos pederastas trabajando en geriátricos. Los instintos pedófilos suelen aparecer en la adolescencia y en los primeros años de juventud, por lo cual, cuando uno entra al seminario, ya suele albergar estos estímulos. Aquí, el celibato, puede complicar aún más la situación, ya que dicha norma no posibilita una salida diferente a las necesidades sexuales del pedófilo, agudizando su estrés psicológico con consecuencias a veces aberrantes. Esto no implica, como podemos ver, que la norma celibataria per sé (amén de su carácter a esta altura ya arcaico) sea la causa de los casos de abuso por parte de sacerdotes católicos. Sino por el contrario, muchas veces, su disparador, en personalidades ya patológicamente predispuestas. Entre los religiosos existe la misma proporción de heterosexuales, homosexuales o pedófilos "que entre la población en general"; la diferencia es que, en estos casos, existe una estructura que oculta a estos últimos. Otro tema es si la castidad como valor pregonado por muchas religiones es un elemento perturbador, o no, de la salud del individuo. Pero este tema lo dejaremos para otro momento. Finalmente, digamos que desde el estallido de los casos de abuso a menores por parte de curas católicos, distintos episcopados en el mundo decidieron incorporar exámenes psicológicos a todo aspirante al sacerdocio. Si bien ello no supone una garantía segura, es una medida necesaria, tanto como que dichos exámenes fueran realizados, para garantizar su fiabilidad, por profesionales ajenos a la institución. El clima de secreto y el aislacionismo ideológico inherente a muchas organizaciones religiosas, también es un factor que contribuye a perpetuar situaciones de abuso con el paso del tiempo. Algo que puede verse reflejado en los numerosos casos de abuso que, en las últimas semanas, trascendieron mediáticamente involucrando a algunos Testigos de Jehová.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Sobre microdinámicas patologizantes


Lamentablemente, cuando se habla de procesos de manipulación psicológica y abuso emocional en contextos "religiosos" y "espirituales", los medios masivos de comunicación suelen poner el foco (a menudo, de manera tendenciosa) en grupos minoritarios (comúnmente llamados "sectas"), sin atender a esas mismas dinámicas tal y como ocurren en el interior de muchas instituciones tradicionales, esto es, respetadas socialmente. No obstante,  un caso trascendido meses atrás, debería valernos para recordar que este tipo de problemáticas nada tienen que ver, bajo el prisma de la salud mental, con el carácter mayoritario o minoritario de los grupos religiosos, sino con sus métodos y dinámicas de funcionamiento colectivo, que en el caso de instituciones amplias como la Iglesia Católica, se constituyen muchas veces en microdinámicas patologizantes que anidan en su seno. Tal pareciera ser el caso puntual de la congregación religiosa denunciada en la provincia de Entre Ríos por abuso psicológico, torturas y malos tratos. En los hechos, dos ex monjas de un monasterio de Carmelitas Descalzas en Nogoyá, denunciaron a las superioras del convento en lo que hasta ahora supuso la imputación de la madre superiora por "privación ilegítima de la libertad", algo a lo que se podría sumar el delito de "reducción a la servidumbre". Por el momento, todo está bajo investigación. Amén de la legitimidad de las prácticas (voluntarias) de mortificación corporal que son comunes en muchas congregaciones (un tema complejo, que excede lo que se intenta plantear aquí), casos como este, nos ayudan a destacar que es fundamental, en toda vida espiritual o religiosa que aspire a su plenitud, la posibilidad de tomar decisiones libres de toda forma de coacción, engaño, abuso, amenaza, o censura. Y que lo contrario es dable de que ocurra en todo tipo de grupo, cualquiera sea su contenido doctrinal, y su número de integrantes, toda vez que los procesos subyugantes instrumentados en detrimento de sus miembros, suelen imbricarse con la psicopatología de su promotor, o bien, con su "locura moral". Juan Manuel Otero Barrigón, Septiembre 2016. 

Una nota sobre el caso mencionado puede leerse aquí:
--> http://misionesonline.net/2016/08/25/la-pesadilla-de-las-monjas-de-nogoya-eran-torturadas-y-humilladas-en-el-convento/

jueves, 1 de diciembre de 2016

La persona humana en los grupos abusivos


La persona humana en los grupos abusivos, por Juan Manuel Otero Barrigón

Las grupos sectarios abusivos, en su dinámica de control y abuso emocional, pretenden abarcar la totalidad de la persona humana, atentando contra la individualidad de sus miembros y reemplazándola por el colectivo sectario que no tolera señales de ninguna clase de autonomía e independencia.

La clásica definición de Boecio, posteriormente retomada por Tomás de Aquino, definía a la persona como ‘substancia individual de naturaleza racional’. Supuesto que, en cuanto tal, refiere un todo completo, unitario, cuyos aspectos fundamentales son la individualidad y la subsistencia, siendo su constitutivo formal el ‘esse’, el acto de ser personal. No obstante, y más allá de los innumerables enfoques filosóficos, religiosos y psicológicos que se han propuesto a lo largo de la historia del pensamiento para comprenderla, puede bien ser concebida a partir de la integración de siete niveles, a saber:

Físico
Químico
Biológico
Psicológico
Social
Ético-Moral
Espiritual

Siete niveles de integración, cada uno de los cuales, en escala ascendente, suponen al anterior hasta llegar a la dimensión espiritual, tan solo accesible, hasta donde sabemos hoy, a la condición humana.

Ninguno de estos aspectos queda fuera del dominio de los grupos sectarios abusivos. La dimensión biológica, incluyendo en ella los aspectos físico-químicos que constituyen el organismo, es sometida mediante diversas tecnologías de control, que incluyen dietas, ayunos, intensa actividad laboral y manipulación del sueño, con el fin de generar desorientación, pérdida del sentido crítico, y alteraciones en la memoria y el pensamiento, dando lugar de esta manera a una mayor disposición para subordinarse y obedecer.

Sin embargo, quizás sea en el terreno psicológico el más conocido de los campos en los cuales tiene lugar la batalla por el control de la víctima de los grupos abusivos. Son numerosas las técnicas de coerción y manipulación empleadas por dichos grupos en este terreno, con la pretensión de desestabilizar el sentido de sí mismo que tiene la persona, conseguir que la misma reinterprete su cosmovisión y su visión del mundo, y acepte, de esta manera, un nuevo ‘relato’ sobre la realidad.

Debe aclararse que no deja de ser algo ficticia la discriminación entre manipulación psicológica y fisiológica recién planteada, si consideramos la unidad psique/soma que constituye la persona humana, con la consiguiente conjunción de ambas dimensiones y su constante interacción.

Todo grupo abusivo se posiciona frente a la sociedad. Pretende constituir, de hecho, la reserva moral y salvífica frente a un mundo que se concibe como corrupto y oscuro, considerándose en ocasiones inútiles los esfuerzos por pretender modificarlo, y aspirando en otras a su reconstrucción utópica. La moral sectaria, aferrada a un rigorismo que entroniza la letra antes que su espíritu, conlleva una percepción maniquea de la realidad y el mundo, donde todo aquello que no pertenece al grupo es asumido como maligno, por lo que se procura deshacer progresivamente los lazos que unen al miembro sectario frente a todas y cada una de sus relaciones anteriores a la vida en el grupo y a sus actividades personales y profesionales, ahora reinterpretadas negativamente, como propias de un pasado vergonzante.

Cualquier miembro sectario posee una innegable convicción de estar siendo sujeto de una experiencia espiritual trascendente. Son, en ese sentido, “esclavos felices”*, cuya individualidad, severamente dañada por las practicas coercitivas de estos grupos, facilita la reconstrucción de una nueva identidad de la cual emerge, al decir winnicotiano, un 'falso self' que obstaculiza el genuino crecimiento personal y espiritual de sus miembros, al tiempo que les impide el libre ejercicio de sus derechos fundamentales.


* "Los esclavos felices", título original de una Opera en dos actos de Juan Crisóstomo Arriaga, de 1820. También es el nombre de la primer película argentina integramente dedicada a la problemática sectaria, estrenada en 2004.