viernes, 27 de octubre de 2017

Historias (1): las zapatillas de Heaven´s Gate


Entre las zapatillas que todo el mundo recuerda de su infancia no están las Nike Decade. Pero debe de haber algo detrás de ese modelo para que alguien sea capaz de pedir 6.000 dólares por unas, Frank Ocean le haga un guiño en uno de sus vídeos y se siga hablando de ellas casi 25 años después de su lanzamiento. Lo cuenta Kike Marina en el suplemento Tentaciones del diario español El País.

Todo comienza en 1997 cuando una pareja busca al encargado de unos almacenes de North County, San Diego, para pedirle 40 pares de zapatillas iguales. No necesitaba un producto demasiado técnico, la Decade era barata y podía conseguirse en grandes cantidades. Pagaron algo menos de 15 dólares por cada zapatilla y se llevaron tantas como pudieron; el resto serían enviadas directamente a una dirección que indicaron y que nadie en la tienda conocía, Rancho Santa Fe.

- Son muchas zapatillas ¿son para un equipo?

- Algo así.

No podían esperar mucho. Además de las zapatillas, debían comprar camisetas, pantalones negros, mantas y contratar un seguro contra abducciones. En unas semanas se acercaba a la Tierra el cometa Hale-Bopp, que según Marshall Applewhite escondía en su cola una nave alienígena que recogería las almas de unos pocos elegidos.

Aquellos dos tipos que buscaban 40 pares de Nike eran seguidores de Applewhite y estaban preparando el mayor suicidio colectivo de la historia de Estados Unidos. Marshall Applewhite, conocido como Do, lideraba una comunidad en un primer momento conocida como Iglesia Célibe para Erotómanos Anónimos que llegó a proponer la castración como método para acabar con las desigualdades. Todo en la comunidad era exactamente igual, desde el corte de pelo hasta el tamaño de los desayunos.



Gran parte de la vida de la comunidad se abastecía con donaciones de los miembros, que trabajaban para empresas externas. Una de las tareas por las que eran reconocidos era la creación de páginas web, algo que en 1997 era una muestra de apuesta por el futuro y que ha facilitado que las ideas de Applewhite sean conocidas hoy día; la página web del grupo sigue activa hoy día, exactamente igual que entonces. Ninguna empresa externa comunicó acciones extrañas en el desarrollo de sus trabajos. O al menos, nada que no suelan hacer los encargados de diseños de webs.

Las teorías de Applewhite mezclaban lecturas bíblicas con ciencia ficción clásica; sus enseñanzas iban del Apocalipsis a Arthur C. Clarke (el escritor, aunque hay un meteorito también llamado así que sería igualmente digno de Applewhite). Los extraterrestres se comunicaban con él a través de Star Trek, de donde venía parte del imaginario visual del grupo. Uniformados, los parches “Heaven´s Gate Away Team” les identificaban como miembros seleccionados para una misión importante, sus almas serían recogidas por una nave extraterrestre mientras los cuerpos, que ellos entendían como meros contenedores, debían quedarse en el rancho Santa Fe. Los cuerpos y las zapatillas, claro. Sus almas ascenderían (permítanme el condicional) en un nave extraterrestre para llevarles a un nivel superior de la evolución humana.


El 22 de marzo de 1997 el primer grupo de seguidores comenzaba el ritual que acabaría con sus vidas. Divididos en secciones, cada grupo se encargaba de eliminar rastros y tapar a los fallecidos con una manta morada antes de seguir ese mismo camino. Applewhite acabó con su vida o ascendió de nivel el 26 de marzo, una fecha que muchos relacionarán con otro gran evento relacionado con las zapatillas. El día siguiente las portadas hablaban del mayor caso de suicidio colectivo en la historia de Estados Unidos acompañado de fotos de aquellas zapatillas. Nike prefirió retirarlas del mercado antes de que comenzara la carrera por el morbo.

Saturday Night Live hizo su propio sketch mezclando el suceso de Heaven´s Gate con anuncio de Nike. Las referencias llegaron muchos años después hasta Family Guy o el mencionado clip de Frank Ocean. En 2007 Nike contactó con el skater Todd Jordan para ofrecerle una versión especial de la Dunk, una zapatilla de baloncesto que Nike había introducido en el skate. Sin explicar demasiado, Jordan eligió morado y negro por uno de sus primeros recuerdos asociado con las zapatillas. Nadie en la marca supo el verdadero motivo por el que Todd Jordan había elegido negro y morado hasta que alguien de prensa se lo preguntó en una entrevista. Aquellas zapatillas Nike negras, esa manta morada. Cuando saltó la noticia de que iban a ponerse a la venta unas zapatillas inspiradas en un suicidio colectivo, Nike las retiró del mercado.

Fuente: El País

viernes, 20 de octubre de 2017

Integrismo, fundamentalismo y fanatismo


"Integrismo, fundamentalismo y fanatismo", por Xavier Ternisien

En un momento en que el islam es sospechoso de estar intrínsecamente imbuido en todos los excesos, no es malo recordar que dos palabras, entre las más gastadas en la retórica de la demonización, vieron la luz en el interior de la esfera cristiana: el fundamentalismo y el integrismo. Una prueba –si fuera necesaria– de que ninguna religión es inmune al fanatismo.

El “fundamentalismo” nació en los Estados Unidos en el contexto del protestantismo. En 1919, los pastores presbiterianos, bautistas y metodistas fundaron la World’s Christian Fundamentals Association, para defender los puntos de la fe que les parecían “fundamentales”. Sostuvieron en particular una interpretación literal de la Biblia. Tomando al pie de la letra el relato de la creación del mundo en seis días en el Génesis, rechazaron las teorías de Darwin sobre los orígenes del hombre y sobre la evolución.

La palabra “integrismo” hizo su aparición en Francia, en el mundo católico. En 1907, el papa Pío X condenó en la encíclica Pascendi el “modernismo”, una escuela de pensamiento que reivindicaba el examen de los datos de la fe a la luz de las ciencias y de manera autónoma. Los adversarios más violentos de los modernistas se definieron como católicos “íntegros” porque defendían la “integridad” de la fe. Así fueron señalados por sus adversarios con el nombre de “integristas”.

En el contexto del catolicismo, el integrista es aquél que reclama para sí “la tradición, es decir, un vasto cuerpo doctrinal incluyendo a la vez las Escrituras y su interpretación fijada por la autoridad de los padres y los doctores de la Iglesia, los concilios y los papas. Podríamos decir que el integrismo fija, en un momento determinado, la interpretación de la Revelación. Por el contrario, hay en el fundamentalismo una voluntad de regreso a las fuentes, a una pureza original de la fe que se encontraría en las Escrituras, liberada de los matices de la tradición. De cierta manera, el fundamentalismo niega la mediación de una autoridad religiosa –clero, Iglesia, doctores de la ley– que interpone habitualmente una llave de interpretación entre el creyente y el texto revelado.

El concepto “fanatismo” es más antiguo pues se remonta al siglo XVII. Pero es en el siglo siguiente, en la “era de las luces”, que conoció su hora de gloria. La palabra viene de fanum, que significa “templo” en latín. Así, designa una actitud religiosa. Voltaire denunciaba este “hijo desnaturalizado de la religión”. Hay en el fanatismo una noción de exceso: el fanático es “animado por un celo exagerado por la religión”, según Littré.

Todos estos términos tienen, por lo tanto, una historia. Su transposición en otra época y, a fortiori, en la esfera de otra religión plantea inmediatamente un problema metodológico. A finales de los años setenta, los que llamamos orientalistas –arabistas en su mayoría y que abordan el hecho musulmán a partir del ángulo religioso– tienen que recurrir al concepto de “integrismo” para describir las evoluciones del mundo musulmán, agitado por la revolución iraní. Maxime Rodinson le da la definición siguiente “Aspiración de resolver en medio de la religión todos los problemas sociales y políticos y, simultáneamente, restaurar la integralidad de los dogmas”.

La dimensión política mezclada con la religiosa está presente en esta definición de integrismo. A inicios de los años ochenta, se produjo un vuelco mayor en los estudios sobre el islam cuando los especialistas en ciencias políticas asumen el hecho musulmán desde las herramientas de la sociología. De esta manera, forjan el término “islamismo”. En su libro aparecido en 1987 (L'Islamisme radical, editorial Hachette), Brunno Etienne vulgariza el concepto de “islam radical” con esta justificación: “Yo lo tomo en el sentido primero del término, la doctrina del islam en su raíz, y en el sentido americano, el islam políticamente radical, casi revolucionario”. El islamismo (o el islam radical) es, entonces, concebido como una ideología, un proyecto de sociedad que mezcla íntimamente las dimensiones religiosa, social y política.


Marca de estigmatización
Desgraciadamente, la palabra nos conduce a una confusión, en el amplio escenario, con el adjetivo “islámico” que significa en sí mismo “relacionado con el islam”. Este desliz de sentido es vivido por los musulmanes como una marca estigmatizadora: una librería islámica no es forzosamente islamista… Con todo, Olivier Roy subraya que los dos adjetivos “musulmán” e “islámico” no son siempre sinónimos: “Utilizo el término ‘musulmán’ para designar lo que está relacionado por un hecho (‘país musulmán’: país donde la mayoría de la población es musulmana) y el término ‘islámico’ para lo que está relacionado por una intención (‘estado islámico’: estado que hace del islam el fundamento y su legitimidad)”.

Hoy, los especialistas que constantan el declive (Gilles Kepel) o el fallo (Olivier Roy) del islam político recurren a nuevos conceptos para llevar revista de la evolución de las sociedades musulmanas: hablan de “post-islamismo” o de “neofundamentalismo”. Así pues, para Olivier Roy, el movimiento talibán puede ser calificado de “neofundamentalista”, en el sentido que se le da por la charia, el regreso a la literalidad del Corán, y a la sunna, pero que no tiene que ver con un proyecto político coherente.

Estos análisis son contrastados por múltiples islamólogos, como François Burgat y Alain Roussillon. Ellos reprochan a los politólogos haber recubierto el mundo musulmán de conceptos forjado por la sociología política occidental. Ellos habrían de alguna manera “inventado” o “construido” la categoría de islamismo, antes de profetizar su declive… Pero esto es lo que Olivier Roy replica: que los actores del islamismo, como el imán Khomeiny, han usado ellos mismos categorías políticas de origen occidental (este debate es expuesto en la revista Esprit, agosto-setiembre 2001).

Él sigue pensando que un cierto número de términos como “integrismo” o “fanatismo” están marcados por el contexto polémico que las vio nacer. Son peyorativos y desafiados como tales por aquellos a quienes se dirigen. Uno es siempre el integrista del otro… Los conceptos deben manejarse con prudencia. A veces pueden ser más peligrosos que las armas.

-Traducción: Hanzel José Zúñiga Valerio

viernes, 13 de octubre de 2017

Invitación


Curso introductorio de un (1) día. Requisitos de inscripción pueden solicitarse a religareredbsas@gmail.com o bien, a jmobarrigon@gmail.com

Programa del evento disponible en: http://psiembra.com.ar/articulo.asp?idarticulo=127

viernes, 6 de octubre de 2017

Miopía espiritual


Miopía espiritual, por Miguel Pastorino

Vivimos tiempos donde se ven por todas partes, posturas radicalizadas, fundamentalistas y fanatismos de toda índole. En la política, en la religión, en el deporte, en la educación, y en un sinfín de ámbitos de la vida social nos encontramos con una atrofia del pensamiento, que enferma a las personas e impide el diálogo social y la construcción de miradas más amplias sobre la realidad.

Muchos filósofos y analistas sociales coinciden en que el clima de nuestra época está marcado por la búsqueda de seguridad, de certezas y de identidad. Crecen toda clase de grupos intolerantes que se aplauden a sí mismos y no escuchan a quien tenga un matiz de discrepancia; hablan para sí mismos y para convencer a sus ya convencidos. Esta clase de fanatismos se ven tanto en política como en religión.

El fanático no soporta la idea de que el otro sea diferente o piense distinto y pretende con sus actitudes, salvarle de su equivocación. El fanático no tiene capacidad de autocrítica, no toma distancia de su modo de ver las cosas, ni de sus ideas.

El fanatismo es definido por el filósofo Francesc Torralba como “miopía espiritual”, porque se confunde la propia percepción de la realidad con una verdad universal que debe ser aceptada por todos.

Algunos fanatismos también se disfrazan de tolerancia y apertura, cuando en realidad imponen un relativismo dogmático que no acepta ningún disenso, porque no pueden aceptar que alguien defienda sus ideas o que tenga algunas certezas que esté dispuesto a defender. El relativismo dogmático es hijo del miedo, igual que el fundamentalismo, porque teme del diferente, teme que no pensemos todos de la misma forma. Por eso, aunque algunos grupos sean más fácilmente identificables con actitudes fanáticas, muchas veces quienes los critican con una agresividad injustificada, manifiestan la misma miopía, el mismo fanatismo que no acepta la diferencia.


Cuando nos encerramos en el fanatismo, olvidamos algo fundamental para el crecimiento personal y el progreso social: tener cerca a alguien que piensa distinto o en contra de lo que pienso, me enriquece, hace crecer y me obliga a pensar. Convivir con la diferencia nos obliga a repensarnos, a revisar nuestras convicciones, a pensar críticamente, a salir de nuestra comodidad, a ver con otros ojos la misma realidad.

Cuando pensamos que los demás, por la simple razón de pertenecer a otro partido político o a otra religión que no sea la mía, no tienen nada para aportarme, no dicen nunca la verdad, no tienen nunca razones que deban ser escuchadas, son siempre “sospechosos”, estamos ante la demonización del otro. Solo a través del diálogo y la comprensión del diferente podemos crecer como personas capaces de pensar libremente y de escuchar realmente a los demás.

La miopía espiritual en los cargos directivos

Cuando se tiene que liderar equipos o gobernar una institución, un peligro creciente es la estrechez mental que excluye la crítica externa, que no escucha a los que piensan distinto, que evita el disenso de todas las formas posibles, aunque venga de colaboradores y amigos que ofrecen su ayuda.

Cuando nos toca dirigir en una organización convivimos con muchos puntos ciegos que nos impiden ver la realidad y nos obstaculizan una lúcida toma de decisiones, haciendo que cualquier gestión se vea perjudicada en su eficiencia. Y es que cuando nos escuchamos solo a nosotros mismos y nos rodeamos de los que nos dicen a todo que “”, no nos cuestionan nada y se vuelven una prolongación de nosotros mismos, se atrofia la visión y se pierde la posibilidad de crecer.

La miopía espiritual en las instituciones se manifiesta cuando los que tienen que gobernar se rodean de los que los adulan y aprueban, alejándose de cualquier posibilidad de autocrítica, esquivando a todos los que puedan cuestionar el modo en que se hacen las cosas. A los “críticos” se les discrimina y se les trata de “neutralizar”, calificándolos como desleales o “infiltrados”, aunque sean los únicos que nos ayuden a pensar con mayor lucidez.


Progresivamente se pierde la perspectiva, y si en el peor de los casos, quien manda tiene baja autoestima, no soportara ninguna clase de sugerencias, salvo que confirmen sus propias ideas y obsesiones.

La dependencia económica es un factor que también fomenta esta miopía de quienes dirigen. Cuando los ingresos dependen de no hacer enojar al jefe, no se dirá lo que se piensa. Un ejemplo de ello puede verse en asesores políticos u organizacionales. Existen muy buenos equipos consultores, pero no siempre son independientes. ¿Cuántas veces quienes asesoran se limitan a aspectos técnicos sin cuestionar la visión de quien le contrata? Porque difícilmente uno escuchará asesores que le digan que está equivocado. Y es que escuchar todas las críticas supone cuestionar el propio desempeño y la propia visión.

El gran peligro de un liderazgo con esta miopía es que la organización que dirige se vuelve un anexo de su propio ego y no podrá ver más allá de sí mismo, creyendo que ha sido eficaz solo porque ha realizado sus propios caprichos sin ninguna demora.

Antídotos contra el fanatismo

Una de las cosas que pueden encontrarse en las actitudes fanáticas es la falta de alegría y de sentido del humor con los propios proyectos. Por ello el primer antídoto contra el fanatismo es el humor. Es muy sano para no vivir siempre enojado porque existen otros que piensan distinto. El humor nos ayuda a reírnos de nosotros mismos, a relativizar cosas que deben matizarse, y a vernos con una mirada más amplia.

Un segundo antídoto es aceptar al otro tal como es, sin querer que sea distinto ni que piense distinto, sino dejándolo ser, nos hace salir del propio hermetismo ideológico en el que muchas veces podemos vivir cómodamente. Aceptar al otro nos devuelve la paz que hemos perdido por no aceptar la realidad tal como es, y nos enriquece.

Aprender de los grandes maestros de la espiritualidad, porque los hombres y mujeres de todos los tiempos que marcaron el progreso filosófico, espiritual y cultural de la humanidad, fueron comprensivos y receptivos a escuchar lo distinto, dialogaban con todos sin excluir a nadie y estuvieron siempre dispuestos a repensarlo todo, sin miedo a equivocarse, sino conscientes que es necesario salir del propio ego para encontrarse realmente con el otro. Y es que quien está dispuesto a aprender, está dispuesto a escuchar y a cambiar.

Fuente original: Aleteia