sábado, 29 de junio de 2019

Apuntes para repensar a "La Familia", el culto de Charles Manson (Parte 2)



por Juan Manuel Otero Barrigón
(Prof. Cátedras "Psicología Social" 
y "Psicología de la Religión" - Universidad del Salvador, Buenos Aires)

Durante los jucios Tate/LaBianca que comenzaron en 1970, el tema que se discutió no fue como Manson había logrado manipular y convencer a los miembros de “La Familia” para que actuaran de la manera en que lo hicieron, sino la demostración de que realmente había existido ese dominio. Así, para entender el fenómeno Manson, ya por entonces era sumamente importante saber cómo conseguía persuadir a los demás. En esa línea se concluyeron algunas respuestas, parcialmente extrapolables a casos posteriores en torno a cultos de muchísima menor resonancia pública. Durante el curso de sus iniciales vagabundeos, Manson se había encontrado con miles de personas. La mayoría de ellas decidieron no seguirlo, porque se daban cuenta de que era peligroso, o porque no simpatizaban con la filosofía patológica que predicaba. Vincent Bugliosi, el fiscal a cargo de la investigación que finalmente obtuvo su condena y la de los miembros de “La Familia”, elaboró un pormenorizado esquema del sistema de creencias de Manson. Este creía que ‘Helter Skelter’, título de la canción de “The White Album” de Los Beatles, ocultaba mensajes sobre una inminente guerra racial apocalíptica  que Manson estaba decidido a precipitar. Una vez estallada, y junto a sus seguidores, se refugiaría en un pozo del Valle de la Muerte californiano, convirtiéndose así, en las únicas personas blancas sobrevivientes. Eventualmente, los negros ganarían la guerra, pero Manson   pensaba que estos no se podrían arreglar por sí solos, y finalmente le pedirían a él que fuera su líder. De esta manera, la apoteosis de Manson llegaría con la reivindicación colectiva de su destino mesiánico. Hasta 1967, año en que Manson funda “La Familia” tras conocer a Mary Brunner, había usado su verdadero nombre, Charles Milles Manson. Ya como Mesías autoproclamado, cambió su segundo nombre por Charles Willis Manson. Durante los juicios, ex miembros del culto comentaron haber escuchado a Manson, en ocasiones, pronunciar lentamente que su nombre era Charle´s Will Is Man´s Son (El deseo de Charles es el deseo del Hijo del Hombre). Operación semiótica habitual en muchos líderes abusivos, y a través de la cual sacralizan el sentido de su misión en la vida, y sobre todo, el de su propia persona.




De algún modo, Charles Manson fue uno de los espejos contemporáneos  que la humanidad se puso ante sí misma  para descubrir el lado B de su rostro. Manson es el retrato de Dorian Gray del ser humano frustrado. Ahí, entre la muchedumbre solitaria, conoció a Moloch, "por cuyas venas corre dinero". Aterrado, huyó al Valle de la Muerte. Su psicopatía había roto todas las cadenas que lo ataban a la sociedad, y desde ese lugar, decidió atacar brutalmente a la ciudad. Una de las peores castraciones de la vida contemporánea quizás sea la imposibilidad de atacar abiertamente lo que nos ahoga. Manson no podía matar a la ciudad, ya que nadie puede barrer del medio los rascacielos y las fábricas. Esa fue una de las grandes enseñanzas de Don Quijote, que no se puede luchar contra las máquinas. Y en esa impotencia, el ser humano desesperado, arroja golpes por doquier: de ahí nacen gran parte de los crímenes incomprensibles que cada tanto nos impactan en estos tiempos. El del pistolero solitario que  desde la azotea dispara a los transeúntes; el de ciertos jóvenes incomprendidos y emocionalmente marginados, que un día entran al colegio, desencadenan una masacre, y posteriormente se quitan la vida; el del oficinista que tolera años de malestar hasta que comete una tragedia en su lugar de trabajo.  Todos estos hechos reflejan golpes al voleo contra Moloch: la monstruosa ciudad, sus normas, el asfalto, el cemento, las máquinas, el Cronos devorador, la oficina oscura, el desgarramiento de los vínculos, el sinsentido envolvente. Manson fue un episodio sintomático de la crisis cultural que atraviesa la civilización. Su crimen podría servir como chispa que hiciera arder las tendencias invisibles reprimidas en la personalidad contemporánea. Actos como los suyos son excepcionales en esta época, actos con tal fuerza e intensidad que llegan a ser provocaciones, y obligan a reconsiderar los supuestos básicos de ética, cultura y relaciones de poder en nuestra sociedad. En una ocasión, Lawrence Ferlinghetti afirmó que los crímenes de "La Familia" Manson son un poema satánico, una obra de arte de lo abominable, un espejo levantado  frente a nuestra cultura.  Nada de lo cual romantiza de manera alguna el itinerario de "La Familia", ya que toda violencia es, por principio, injustificable. Pero algo que también debiera ayudarnos a recordar, que a menudo el propio orden establecido, fabricante de este tipo de monstruos, vive sus días respirando violencia.


(Continúa próximamente)

sábado, 1 de junio de 2019

Apuntes para repensar a "La Familia", el culto de Charles Manson (Parte 1)



por Juan Manuel Otero Barrigón
(Prof.  Cátedras "Psicología Social" 
y "Psicología de la Religión" - Universidad del Salvador, Buenos Aires)


Hoy inauguramos un nuevo hilo de reflexiones sobre Cultos, dedicado en esta oportunidad, a repensar a "La Familia , de Charles Manson. En Agosto se cumplen 50 años de los crímenes Tate/LaBianca , llevados a cabo por algunos de los miembros de este culto (1969). Es una buena ocasión, por ende, para aprovechar el caso y profundizar, durante estos meses, en algunos aspectos psicodinámicos del fenómeno. Comenzamos, así, con una inicial (y necesaria) puesta en contexto. Ya es de perogrullo recordar que los años 60´ fueron años bisagra en el siglo XX. Una década de profundas movilizaciones y cambios que atravesaron los órdenes de la política y la sociedad, la ciencia, la psicología, la espiritualidad y la religión. Tiempos de cuestionamientos hacia paradigmas obsoletos, y ensayo de nuevas búsquedas y cartografías vitales. Tiempos de lucha por los derechos civiles, de protestas antibélicas, de revueltas obreras y estudiantiles, de revoluciones sociales, de renacimiento de idearios ecológicos, de eclosión de nuevas propuestas artísticas. Una década de apertura a enfoques psicoterapéuticos inéditos, de cuestionamiento hacia las instituciones religiosas tradicionales, y de énfasis renovados en espiritualidades autoconscientes, determinadas a vivir allende los viejos dogmas. Los 60´ fueron, se sabe, años contraculturales. Otra cosa es ya puntuar, que todo proceso histórico complejo, y de hondo calado en el espíritu colectivo, suele incubar, como contracara a su desenvolvimiento diacrónico, su propia Sombra.
De allí la tesis en la que vamos ahondar, ya que el caso Manson reflejó, con la potencia brutal de pocos acontecimientos en la misma época, el lado oscuro de aquellos años oníricos.

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En términos históricos, Charles Manson es el primer gran líder de culto del mundo contemporáneo. Antes que él, e incluso por la misma época, existieron otros, pero ninguno llegó a provocar esa mezcla de desconcierto con morboso interés que despertó su figura. La maquinaria cultural estadounidense, siempre presta a fabricar idolatrías de toda clase y color, sin dudas contribuyó con lo suyo. Pero indudablemente, el factor decisivo de su fama se fundamenta en la naturaleza brutal de las acciones que promovió, y que aún hoy, para muchas personas, todavía se envuelven en un total sinsentido. A ello se le suma el dominio que Manson logró tener sobre sus seguidores, totalmente dispuestos a matar en su nombre. Y es que, a pesar de que criminológicamente algunos lo caracterizaron erróneamente como asesino serial, Charles Manson sólo participó directamente (in situ) en uno de los nueve crímenes probados que cometió la Familia. La habilidad de Manson para sacar a la superficie los odios latentes y la tendencia innata a la violencia por parte de sus fieles, lo convirtieron en un caso de estudio, que medio siglo despúes, sigue motivando nuevos ensayos e investigaciones. En dicho proceso de adoctrinamiento, Manson supo redirigir hábilmente la frustración personal de los miembros del Culto, para centrarla en un enemigo común: la sociedad establecida. Despersonalizó a las víctimas de sus atentados, convirtiéndolas en símbolos. Enseñó a sus seguidores una filosofía completamente amoral, que les facilitaba la total justificación de sus actos. “Si todo está bien, entonces nada puede ser malo”. Apeló a elementos de la religión para dejar entrever que él era la segunda venida de Jesucristo, pero cuidándose, al menos la mayor parte del tiempo, de  afirmarlo explícitamente. Sus tempranos, y algo superficiales coqueteos, con la Cienciología y la Iglesia de El Proceso del Juicio Final (fundada por la pareja inglesa Mary Ann y Robert DeGrimston), le proporcionaron elementos que confluirían luego en su propia doctrina, mezcla de profecías bíblicas, cultura pop rock y segregacionismo racial. El caso Manson, como todo caso con profundo impacto social, necesita ser abordado desde múltiples perspectivas. Se encuentran ahí la psicología clínica y forense, la criminología, la psicología social y de las religiones, la sociología y la antropología. La amplitud de aristas se revela en las distintas aproximaciones sobre su historia y la del Culto que lo tuvo como centro. Para muestra bastan un par de botones: tan solo este año, se estrenan tres nuevas películas y varios documentales, se editan al menos cinco nuevos libros, y los entresijos de su psiquis vuelven a ser tema de discusión en distintas publicaciones psicológicas. Está claro que, lo que se pone en juego, es algo más que el recordatorio de una simple efeméride.

(Continúa próximamente)