sábado, 26 de agosto de 2017

En la mente del fanático



En la mente del fanático, por José Angel Martos

¿Qué tienen en común un ultra futbolero capaz de emprenderla a golpes con los aficionados del equipo rival, un cruzado medieval que recorrió Europa y atravesó el Mediterráneo para recuperar Tierra Santa espada en mano y, por último, una mujer musulmana que acepta convertirse en bomba humana para hacer explotar una escuela llena de niños?

Por muy diferentes que parezcan estas tres personalidades y sus motivaciones, todas tienen un aspecto en común: el fanatismo. Esto es, la adhesión incondicional a una causa, sin límites ni matices, hasta el extremo de realizar cualquier tipo de acción en su favor, incluso matar o morir por ella. Es un fenómeno tan viejo como la humanidad, pero no hace tanto que los científicos de diversas disciplinas se han dado cuenta de que hay mecanismos idénticos de asunción individual del fanatismo, más allá del contexto social, político o religioso en que actúa cada uno.

Por eso, existen varias especialidades que están investigando para saber más sobre un aspecto clave: cómo funciona el cerebro de un fanático. Algunas de las primeras hipótesis y conclusiones son sorprendentes. Un neurotransmisor químico llamado dopamina podría jugar un importante papel en los procesos cerebrales que conducen a los comportamientos fanáticos, independientemente de la forma en que se expresen. Las neuronas que manejan la dopamina están muy relacionadas con las emociones que experimentamos y se activan cuando el organismo obtiene placer con alguna acción. Pero, y esto es un descubrimiento clave, lo hacen en mucha mayor medida cuanto más inesperada sea dicha recompensa, como la llama la neurociencia. Solemos pensar en el placer como algo muy vinculado a contextos como las relaciones sexuales o la buena comida, pero hay muchas más motivaciones, y algunas de ellas son las que lindan con el fanatismo.

Los aficionados de un equipo de fútbol, por ejemplo, obtienen un gran placer cuando su equipo gana, pero esta sensación se multiplica si la victoria es inesperada, ya sea porque el contexto racional invitaba a desechar la posibilidad –el equipo colista que vence por sorpresa al líder– o porque el transcurso del acontecimiento deportivo también había conducido a desestimar la posibilidad de victoria –la remontada final tras tener el partido perdido–. En esos momentos excepcionales se libera mucha más dopamina y se experimenta una felicidad considerablemente más intensa.

Pero quizá lo más importante de todo sea que el cerebro se acostumbra enseguida a esperar estas neurorrecompensas. Una de las zonas del sistema nervioso en las que más dopamina se produce es la llamada sustancia negra, que está situada en el cerebro medio y tiene como una de sus principales funciones el aprendizaje. La repetición de las recompensas acaba por crear una señal permanente en los circuitos cerebrales, que invita a los individuos que viven tales satisfacciones a buscarlas de nuevo. Serían, por tanto, sus sesos los que les dictan, desde las profundidades de las neuronas, la necesidad de volver a alcanzar estos impredecibles momentos de éxtasis a los cuales el deporte, por el azar que le es inherente, resulta más propenso que otras actividades.

La religión y la política son una cantera para el fanatismo

Estas constataciones sobre el funcionamiento neuroquímico de nuestra materia gris podrían explicar en parte el comportamiento de los fans, término que vale la pena recordar que es el acortamiento de la palabra inglesa fanatic. Pero aunque quizá en las sociedades occidentales hoy se asocie a los fans con el deporte o la música, es evidente que otras actividades importantes para el ser humano como la religión y la política son una cantera para el fanatismo. “Mientras las personas no fanáticas tienen ideas, los fanáticos tienen creencias, que son funciones adaptativas para lograr certidumbre y seguridad”, dice Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, que ha estudiado los fenómenos del terrorismo y del suicidio en España. Echeburúa tipifica al terrorista suicida como “una variante del fanático político, sin duda la forma más extrema, y para llegar a ella hay que haber pasado por una situación muy intensa”.

La intensificación del terrorismo suicida yihadista, hoy máxima expresión del comportamiento fanático sin límites, está siendo analizada hasta la extenuación en clave política y religiosa. Pero los psicólogos y los expertos en el estudio de la violencia creen que hay también otros factores decisivos, que estarían más bien en el ámbito de la mente y que se manifiestan en fanáticos violentos de muy diversa índole. Echeburúa recuerda el caso de los religiosos vascos que en el pasado se convirtieron en terroristas de ETA para ejemplificar que “es más fácil pasar de ser fanático de una cosa a fanático de otra que pasar de fanático a tolerante”. Lo atribuye a que los fanáticos “ya han adquirido una estructura mental característica”.

Esta configuración del pensamiento fanático suele mostrar unas peculiaridades conocidas como distorsiones cognitivas. Se trata de errores en el procesamiento de la información característicos de muchos trastornos mentales, como los de personalidad o la depresión. “Una distorsión cognitiva muy común entre los terroristas –y, en general, entre las personas que hacen uso de la violencia para conseguir sus fines– es pensar dicotómicamente, en términos de blanco o negro. Así tienden a dividir el mundo entre nosotros y ellos”, explica el experto en estudios de la violencia José Sanmartín Esplugues, catedrático de la Universidad de Valencia y autor del libro "El terrorista. Cómo es. Cómo se hace".

Si no estás conmigo, estás contra mi

El pensamiento dicotómico suele ir acompañado de otra distorsión según la cual “los terroristas se perciben a sí mismos como víctimas”, explica Sanmartín, y por ello se ven obligados a luchar, ya sea por la presunta opresión que padece su pueblo, por el deterioro de su forma de vida a causa de los valores de la cultura occidental o por muchas otras razones que suelen aducir en cualquier parte del mundo. De esta forma, justifican ante los demás y ante sí mismos su apelación a la violencia como una autodefensa con base moral. La combinación de ambos factores los lleva a trasladar la responsabilidad de cuanto les afecta negativamente del nosotros –su etnia, su religión…– al ellos –los enemigos de la patria, los infieles, etc.–. El conjunto resulta un auténtico cóctel explosivo en la mente del terrorista, que acaba por desarrollar lo que se conoce como rigidez cognitiva.

Echeburúa añade a las distorsiones un rasgo mental común en los fanáticos: la sobrevaloración afectiva de sus creencias. Esta consiste en vivirlas con una intensidad muy alta. “Por eso se enfadan si los contradices, y esto puede llevar a actitudes violentas y a terrorismo, porque les hace ver a los discrepantes como enemigos”, explica Echeburúa. El tránsito del fanatismo hasta el terrorismo pasa entonces por la construcción del enemigo, que, como dice Echeburúa, “implica rebajarlo a la condición de cosa –cosificarlo–, y eso significa verlos como algo subhumano”. Ahí surge el menosprecio con el que clasifican a maricones, moros o infieles, por utilizar algunos de los adjetivos con los que despachan a sus enemigos.

La consecuencia principal de esta cosificación del enemigo es, según explica Sanmartín, que “les permite –y esto es algo terrible– tapiar con prejuicios y estereotipos sus reacciones naturales de compasión hacia las víctimas. Aprenden a despersonalizarlas y así pueden neutralizar sus reacciones ante el disparo a bocajarro en la cabeza de la víctima”. Y añade: “Al no ver personas, sino medios o instrumentos cuya destrucción los acerca algo más a la consecución de sus nobles objetivos, los terroristas no tienen, en definitiva, con quién empatizar, de quién compadecerse”. Echeburúa resume este concepto con una imagen: “La cosificación les ayuda a volver a casa y comerse una hamburguesa tranquilamente tras haber cometido una acción violenta o un asesinato”.

Para curarles hay que reconfigurar su cerebro

En lo que coinciden ambos expertos es en que no estamos ante enfermos psiquiátricos que padecen un trastorno cerebral de origen biológico. “No suelen tener enfermedades mentales: ni esquizofrenia, ni psicopatías”, explica Echeburúa. Y pone el ejemplo de muchos terroristas que “dentro de su grupo son capaces de mostrar cariño, de divertirse… Un psicópata nunca se comportaría así con nadie”. Por su parte, Sanmartín añade que “si los terroristas fueran personas afectadas por graves trastornos mentales o de la personalidad de origen biológico, estaríamos quizá algo más tranquilos. Pero no. Su enfermedad es otra. Su trastorno ha sido culturalmente adquirido a través de un aprendizaje que, a menudo, se inicia en la propia cuna”.

Aquí volvemos a esas vivencias que van forjando la personalidad de los terroristas fanáticos. Por ejemplo, es más habitual que el terrorismo suicida se dé cuando hay precedentes en la familia, como ocurre con las viudas negras del Cáucaso, que se lanzan a inmolarse en acciones terroristas tras haber perdido a algún miembro varón de su familia a manos de las tropas rusas.

Con todo este trasfondo psicológico y de distorsiones cognitivas en el fenómeno del fanatismo y sus manifestaciones más graves, una de las potenciales soluciones que se plantean es si puede reprogramarse la mente de estas personas. Sanmartín opina que resulta difícil, porque “es preciso que dejen de ver el mundo al revés” y, para ello, hay que “reconfigurar su cerebro con un aprendizaje alternativo. Pero nuestro cerebro tiene una cierta dosis de plasticidad, y aprender tiene efectos que cada vez están concitando mayor atención”. La complicación es, aun así, mayor porque “el terrorista no solo tiene afectada la facultad intelectiva que le hace percibir el mundo como lo percibe. Además tiene profundamente afectada su esfera emocional. Es difícil hacerlo cambiar, muy difícil…, pero no imposible”.


Imágenes: Granjero estadounidense, miembro del Ku Klux Klan (Paul Walsh vía Flickr / CC); homenaje a las víctimas del atentado contra Charlie Hebdo (CC0); hinchas de fútbol (CC0).

viernes, 18 de agosto de 2017

Fotografías (3)


Sergei Torop, más conocido como Vissarion, la reencarnación de Cristo en tierras siberianas. Cuando la Unión Soviética se desmembraba, este ex agente de policía de tráfico experimentó una epifanía que le reveló su nueva identidad. El timming fue perfecto, ya que tras la caída de la cortina de hierro millones de rusos regresaron a la iglesia ortodoxa tras siete décadas de supresión estatal de la religión. Muchos otros, emprendieron la búsqueda de alternativas religiosas, y en ese contexto,  Vissarion fundó la Iglesia del Último Testamento en la aldea de Obitel Rassveta, a más de tres mil kilómetros de Moscú. En torno a esta iglesia fueron surgiendo diferentes eco-aldeas, perdidas en bosques y estepas, donde además de hogares levantaron escuelas y otras instituciones que promueven la autosuficiencia. Se desconoce la fecha, pero Vissarion, quien habla pausado y jamás levanta la voz , anunció que partiría en un ovni, en compañía de algunos de sus seguidores, los más fieles. El día y la hora, sólo "El" lo saben.


Cuando cumplió 53 años de edad, la vida de Mitsuo Matayoshi dio un cambio radical: con título universitario bajo el brazo y una formación como predicador protestante, Matayoshi fundó, en 1997, el Partido de la Comunidad Económica Mundial, una organización político-religiosa, a partir del cual desarrolló un dogma basado en sus creencias personales: Él era Cristo y Dios al mismo tiempo, en un credo de cariz cristiana escatológica. Su misión es salvar las almas del mundo, pero dentro del sistema actual. Para eso debe cumplir algunos pasos esenciales. El primero, convertirse en Primer Ministro de Japón, para llevar a cabo una profunda reforma espiritual y luego ascender a las Naciones Unidas, como Secretario General, para poder, a partir de allí, llevar "la buena nueva" al resto del planeta. Desde que fundó su movimiento se presentó en 16 elecciones, buscando ser alcalde, consejero y gobernador, entre otros cargos, pero jamás ganó nada. El camino hacia la salvación no parece sencillo, apenas el 1% de la población de Japón es cristiana, y además, entre sus proclamas, estimula a sus oponentes políticos a suicidarse mediante el hara-kiri, aduciendo que están condenados a ir la Gehena, el infierno judío.


Año 1 d.C. Jesús, el mesías del cristianismo, muere en la cruz. Sobre su cabeza se lee un cartel mandado a colocar por Poncio Pilato que reza INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum o Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos). Año 1979 d.C., el brasileño Álvaro Theiss ayuna en Santiago de Chile cuando tiene una revelación que cambiaría su vida y la de otros: él era Él, el hijo de Dios, la reencarnación de Jesucristo. Luego de un paso por Curitiba, se instala de manera definitiva a las afuera de Brasilia en 2006, donde emplaza Nueva Jerusalén, un complejo protegido por una cerca electrificada, coronada con alambre de púas, en el que vive junto a junto a 12 discípulos -tres hombres y nueve mujeres-. Adepto a las nuevas tecnologías, tiene una interpretación personal de las escrituras que se adapta a los tiempos modernos. Por ejemplo, en Apocalipsis 1, versículo 7, donde se sugiere que Jesús "volverá sobre las nubes", Él o él, considera que hace referencia a que puede viajar por el mundo en avión.


viernes, 11 de agosto de 2017

Sobre yihadismo y grupos sectarios


Por Juan Manuel Otero Barrigón // En los últimos años, con el auge y la propagación del yihadismo islámico no sólo en Oriente Medio, sino ahora también en Europa, algunos especialistas en temáticas de abuso psicológico en grupos sectarios se ocuparon de señalar las semejanzas que vinculan dicho fenómeno con los grupos terroristas. En realidad, hablar del yihadismo supone atender a la complejidad de un acontecimiento con raíces sociológicas e históricas muy profundas. Entre aquellos que son reclutados por estos grupos terroristas, abundan los chicos y jóvenes que han experimentado una fractura profunda de su identidad, por la migración familiar, por la carencia de identificaciones sólidas, tanto con su cultura de origen como con la occidental, por la sensación de sentirse ni en uno ni en otro lugar, a la deriva, "en tierra de nadie". En ese contexto de desolación, el adolescente recibe, por parte del ocasional reclutador, la invitación a convertirse en un mejor "musulmán". quien lo introduce en grupos, foros, y redes sociales, es decir, en diversos espacios, que atractivos, apuntarán a tocar la fibra emocional del joven, explotando su desencanto cultural y su condición de víctima desechada por el sistema, en el marco de un relato épico que le brindará la posibilidad de sentirse valorado y partícipe de una misión trascendente. Al igual que ocurre en los grupos sectarios abusivos, los grupos yihadistas comparten procesos de captación y adoctrinamiento similares, nutridos por una ideología fanática y totalitaria, que abarca todos los aspectos de la vida y la conducta de sus seguidores. También se trabaja con la infusión de temor, castigando toda manifestación de crítica y desobediencia a la "misión". No obstante, no hablamos de dos fenómenos plenamente asimilables. Existen ciertas diferencias. En los grupos sectarios, el liderazgo se presenta centralizado en una única figura, las más de las veces insustituible, mientras que en el yihadismo el líder es intercambiable, y depende de la coyuntura y el devenir histórico grupal. Un líder cae, y es sustituido por otro, lo que protege al grupo del colapso, ya que la fuente de cohesión principal está en el enemigo común a combatir, obstáculo que se interpone con la meta fantaseada. Sus formas de organización también son distintas. Los grupos sectarios reconocen, de acuerdo a sus diversas características, distintos esquemas de funcionamiento, si bien lo principal es que ningún elemento funcione de manera autónoma. En los grupos yihadistas, la conformación es en células, por supervivencia y estrategia. Por otra parte, en los grupos sectarios se fomenta la total ruptura con los lazos familiares de origen. En cambio, en los grupos yihadistas, hay mayor flexibilidad en este sentido. Esta reflexión es apenas una síntesis. Pero como podemos ver, el yihadismo radicalizado exhibe en su dinámica interna ciertas semejanzas con el funcionamiento de los grupos sectarios clásicos. No son exactamente lo mismo, aunque en el juego de comparaciones, los parecidos están presentes.

sábado, 5 de agosto de 2017

Los delirios místico-religiosos como un intento de reorganizar el psiquismo a través de la moral

Piper Laurie interpretando a Margaret White, en la película "Carrie" (Brian de Palma, 1976)

Los delirios místico-religiosos como un intento de reorganizar el psiquismo a través de la moral. 

Por Dr. Alberto Colina Ródiz
Médico Psiquiatra. Especialista en Prevención y Terapia Social en Salud
Mental.
Adjunto al Servicio Médico del Instituto Nacional de Orientación Femenina
(I.N.O.F). Los Teques. Profesor del Post-Grado en Prevención y Terapia
Social en Salud Mental. Universidad Central de Venezuela (U.C.V).
Institución: Post-Grado en Prevención y Terapia Social en Salud Mental.


I- Referencia histórica sobre el contexto de lo místico-religioso:

La génesis de este proceso se perfila como un hecho de índole ancestral, vigente aún en la más profunda expresión psicosocial de nuestra dinámica vivencial hasta el presente, cuando asistimos a los inicios del tercer milenio de la era cristiana. La concepción de psiquismo en el ser humano, tiene sus orígenes aproximadamente hace 10 mil años, en el período neolítico, cuando apenas el hombre tuvo conciencia del pensar abstracto; un poco más tarde surgió la edad de los metales, y posteriormente, 5 mil años antes de Cristo, se inició en Egipto y Mesopotamia el florecimiento y la cultura de los grandes imperios. En este momento nos encontramos frente al hombre pensante, tal como se concibe en la actualidad (1).

La estructuración inicial del mundo en el hombre primitivo, concebida en términos mágicos, se enrumba de inmediato hacia el encuentro con el totemismo. El totem es una figura existente físicamente, al que se le respeta, se venera y se le teme por representar la suerte misma de la tribu; en este sentido y desde una visión psíquica, se constituye en "la ley", en el "arquetipo del padre", regulador de prohibiciones y estructurador de la "moral", figura cohesionante de la naciente fraternidad social de la tribu. Emerge en este momento, a nivel del "sujeto del inconsciente", la estructuración psíquica de una regulación de la culpa, a través del "darse cuenta" de sus actos, la ponderación de los mismos y el vivenciar que existe además de un animal de cuyo sacrificio se siente culpable, "el otro", en términos de humanidad. Es lo que un autor considera "la vivencia ancestral del pecado original" (1 Pág 25).

Se constituye así una "sabiduría psíquica", "... ambigüa, poco clara y a menudo contradictoria como lo es toda manifestación natural por psíquica y sutil que ella sea"... (2 Pág 75). Evidenciamos de este modo un "inconsciente comunitario" en el que en inicio se pone de manifiesto una posición de "zozobra espiritual" o "posición esquizoparanoide grupal", lo cual deriva más tarde en la culpa, generadora del remordimiento que posteriormente habrá de manifestarse como tensiones anímicas legitimadoras de ese sentimiento, a manera de una "posición depresiva colectiva" en la que el "darse cuenta", se constituye en el pilar fundamental. Ya se vislumbra, en el ámbito comunitario, la necesidad de buscar contención a través de una entidad espiritual, la consagración de un camino liberador de esa culpa colectiva, como mecanismo compensatorio de dicha ambigüedad humana. Así surge la necesidad del culto a lo sagrado como instancia externa reguladora de la norma (1, 3).

Retrotrayéndonos al neolítico, y transcurrido el período en que el hombre se aferró al totem como mecanismo regulador de los procesos humanos, surge posteriormente, en el contexto de los grandes imperios, la práctica del culto religioso representado por la aparición de diversos bloques de adoración, que en el orden espiritual se constituyeron como el apéndice del animal totémico en términos de fe, que proyectan al ser humano hacia el mundo del "más allá", a través de representaciones simbólicas que se sobreponen a la naturaleza de la realidad. En este reino habitan todavía los vestigios del mundo totémico, a través de la representación de deidades animalizadas por su aspecto y/o representación externa: surge la necesidad humana de aferrarse al misterio y a la magia, asociados al pensamiento racional, tal como se presenta en el hombre contemporáneo (1).

Es así como identificado inicialmente el hombre con el contexto humano-social en términos de una "interpretación de la realidad" vinculada con la creencia bipolar de que existe "el aquí" y el "más allá", de que el hombre es dual, es decir, está constituido por cuerpo y alma, se produce el ensamblaje entre el totemismo, el animismo y una religión superior, que habrá de conducir hacia la aparición de las grandes creencias religiosas surgidas inicialmente desde hace 6 mil años aproximadamente en el norte de Africa y Asia Menor. Se genera en consecuencia la aparición, en el valle del Indo, de la teosofía, encarnada en las creencias religiosas de Los Vedas, unos mil años antes de Cristo. En las creencias religiosas de dichos pueblos, se perfila una incipiente intención de abordar elementos morales vinculados entre himnos y rituales, a la búsqueda de respuestas sobre el universo y la existencia humana: Son ideas referidas al respeto religioso y a la rivalidad o controversia entre cuerpo y alma (1).

Dentro de las ideas védicas atribuidas al respeto religioso y al entorno psíquico, destacan el respeto religioso para con el aire y para con la palabra, los cuales se consideraban poderes divinos o sobrenaturales. Es así como, el mundo divino, se muestra como "poder vivificante" (el aire) y como "poder pensante" (la palabra), incluso los dos se presentan de modo indisoluble, ya que la palabra se deja sentir en el aire; es como si se desplazara sobre el mismo. En referencia a ello... "había palabras particularmente eficaces; quien las conocía, podía doblegar la voluntad de los hombres... de manera similar ocurría con el aire; había personas que lo sabían usar mágicamente. Aún en nuestro siglo persisten tales creencias; son las fórmulas mágicas, las oraciones supersticiosas... y las frases hechiceras. Casi siempre se acompaña la brujería de soplos de aire, de exhalaciones de humo de tabaco y otros ritos relacionados con el aire" (1 Pág 39-40).

Es obvio, que el camino de la palabra, representa la relación pensante de los pueblos en términos de vasos comunicantes, y, al admitir que nuestra cultura filosófica y lingüística tiene sus raíces en Grecia, vemos, en este sentido, como se establece la conexión entre el mundo Indo-Iranio y la filosofía griega, vinculantes a través de una etimología que es llevada incluso hasta el ámbito religioso y psicológico. Es la derivación hacia lo sagrado y la psique que se advierte en la filosofía griega, donde "el saber se traslada de dioses y sacerdotes al hombre... Diríamos que "la theosophía" se hace "philosphía" " (1 Pág 41-44).

Se desarrolla, con los grandes pensadores, entre ellos Thales, Anaxímenes, Anaximandro, Heráclito, Demócrito, Anaxagoras, Sócrates, Platón y Aristóteles, una nueva orientación de las ideas. El enfoque sobre la moral en su fundamentación y fines referido al ámbito de la racionalidad griega, se expresa en Sócrates como concepto vinculado a la razón, el saber, el bien, la vida familiar, la posición de la mujer, el cumplimiento de las leyes y la práctica de las virtudes; y en el caso de Aristóteles, en términos de búsqueda de la felicidad, contentiva ésta de "una ética, que se aplica al individuo; una economía relativa a la familia y una política que atañe a la ciudad" (4 Pág 440). Se trata ahora de establecer reflexiones que discurren respecto a principios identificados con la naturaleza, los fenómenos, lo pensante, lo perceptible, el espíritu, la razón, el alma, y que conducirán, con el transcurrir de diversas etapas, a la observación de las huellas iniciales de la psicología científica, a Pitágoras, al Neoplatonismo, al Neopitagorismo y al encuentro con la época medieval, con su escenario de ángeles y demonios; es decir, el trastocamiento del dogma religioso-cristiano en cuanto a la interpretación figurativa del concepto de alma o espíritu, hacia la aberrante persecución, tortura y quema de "brujas" y "hechiceros" (1).

Aún cuando sería de importancia discutir el tema en relación con los conceptos que sobre la moral se expresan a través de las diversas religiones, creencias y/o hasta sectas existentes tanto en la cultura Occidental como en la Oriental, dirigiremos la discusión hacia la religión católica partiendo de los principios que del hecho moral establece San Agustín en cuanto a que "el reino de las ideas es el reino de Dios, patria de toda verdad y todo bien", y de que "también las almas creadas por Dios están predeterminadas a la casa del Dios celestial" y que "el hombre pertenece a un reino que no es de este mundo". San Agustín, "al hablar de conciencia... entiende la "conciencia moral", que concibe como la voz divina que guía y amonesta" (1 Pág 95-96).

Si bien la moral se fundamenta en la consecución de un "fin último", legitimado en razón de un colectivo, que estructura la cotidianidad humana sobre la base de códigos, que determinan a su vez diversos patrones de comportamiento y sentimientos en el ámbito comunitario, en lo referente a lo anteriormente citado sobre San Agustín, podemos evidenciar que para éste, la moral se fundamenta en los principios teológicos de la iglesia católica (5, 1). En opinión de Carl Jung, " Frente al hecho del pecado original pone San Agustín la gracia redentora de Dios con la institución de la iglesia por ella creada, que administra los medios de salvación. En esta concepción se sitúa el valor del hombre en un nivel de gran inferioridad. En realidad sólo es una abyecta y desdichada criatura a merced del demonio, a la que sólo la iglesia - único poder capaz de proporcionar la bienaventuranza - puede hacer partícipe de la gracia divina. Con ello no sólo queda rebajado el valor del hombre, sino que también se rebaja más o menos su libertad moral y su autodeterminación, con lo que, ciertamente, se incrementa tanto más el valor y la significación de la idea de la iglesia, lo que respondía perfectamente al programa propuesto en la "Civitas Dei" agustiniana" (6 Pág 37). Es el inicio de la desenfrenada búsqueda de culpables por desacato a la autoridad
eclesiástica, representada por la Santa Inquisición, que se prolongó durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y cuyos vestigios simbólicos aún persisten bajo renovadas visiones.

II- Fundamentación y apreciación clínica del aspecto místico-religioso en el ámbito de la patología mental:

En lo referente a la estructuración de los procesos humanos enmarcados en el ámbito psíquico, haremos una descripción de los mismos, contextualizados bajo la mirada de la psicodinamia. Dentro del aparato psíquico, esbozado a través de la teoría psicoanalítica, se destaca el superyo (instancia de la norma, la ley, donde están los sentimientos sociales productos de la religión y la moralidad, ubicado en el ámbito consciente, preconsciente, e inconsciente). Al ocurrir algún evento cotidiano, se lleva a cabo una movilización consciente-preconsciente-inconsciente a nivel del superyo, lo que ocasiona nuestras diversas maneras de concebir el mundo, nuestras particulares creencias, preferencias, prioridades, alegrías, descontentos, en fin, la manera de interactuar tanto individual como colectivamente ante la heterogeneidad de estímulos provenientes de nuestro mundo circundante (7).

Tenemos así, un ser humano que luego de despojarse de su entorno uterino, comienza a revestirse de una caracterología interna al arribar a un mundo colmado de "relaciones objetales", lo cual no es más que descubrir y relacionarse con un universo, que en principio, se enrumba hacia una coalición simbiótica con su madre, vivenciando experiencias, sintiéndose gratificado o frustrado en su día a día, para posteriormente, en su devenir, ir separándose e individualizándose en su mundo interno al transcurrir por sus diversas fases de desarrollo e ir configurando así un simbolismo, que se continúa nutriendo a su vez con los diversos componentes de su mundo externo, dentro de los que destacan las interrelaciones familiares, la educación y la religión como aspectos prioritarios que vinculan al sujeto en primer término a la sociedad, constituidas como los factores esenciales  de los muy variados elementos de la cultura, con los que posteriormente se relacionará conforme a los patrones vivenciados en sus primeras etapas de desarrollo (7).

Así como en lo relativo a la salud mental, se llevan a cabo diversas interrelaciones mediatizadas a través de la cultura, en el ámbito de la patología mental, se producen también una serie de interacciones que referidas al plano de las creencias religiosas, se fundamentan igualmente sobre los elementos culturales. En ese sentido podríamos referirnos al caso del pintor nacido en el siglo XVII Cristobal Haitzmann, analizado tres siglos más tarde por Freud. En el caso, se describen "el motivo del pacto con el diablo" y "el diablo como sustituto del padre", luego de la muerte de su progenitor. En dichas "elaboraciones intrapsíquicas" se visualizan en términos de moralidad, "la actitud <<de cariño y sometimiento>>," y la "actitud de <<hostilidad y contradicción>>", en las que se representó al padre como el "modelo individual tanto de Dios como del demonio" (8 Pág 187-218, 9 Pág 106).
En torno al enfoque acerca de los delirios mistico-religiosos como un intento de reorganizar el psiquismo, a través de la moral, en el ámbito de la patología mental, focalizaremos muy sucintamente nuestra apreciación, tomando como modelo la esquizofrenia. A través del enfoque psicodinámico, la esquizofrenia se explica mediante un modelo funcional, en cuya sintomatología se evidencian el autismo (en el que el sujeto se evade de la realidad externa y se sumerge en su mundo interno); la discordancia (en la que se aprecian trastornos del curso del pensamiento, trastornos del afecto, de la volición y la psicomotricidad), y la actividad delirante (la cual se organiza a partir del autismo y la discordancia). En la esquizofrenia, ocurre una regresión de la catexia, en la que posteriormente se lleva a cabo una redistribución libidinosa a través de tres fases: la decatexis o ruptura
con la realidad; la hipercatexis, que conduce a la distorsión del juicio de realidad, y la recatexis o restitución de la líbido, la cual se caracteriza por los trastornos del pensamiento y de la sensopercepción, con lo cual el sujeto realiza un intento por recuperar sus relaciones objetales (3).

A continuación, y con el propósito de ofrecer la debida ilustración y soporte a lo referido en esta exposición, se presenta un estudio realizado en el Centro de Salud Mental del Este "El Peñón", de un total de 17 pacientes esquizofrénicos de la consulta externa, de los cuales, 16 son del tipo paranoide y 1 del tipo hebefrénico, en quienes se determinaron las características de los delirios, clasificándolos en: 1- Místico-religiosos; 2- De daño o persecución; 3- De referencia; 4- Bizarros y 5- De grandeza (10).

Dentro de los delirios mencionados se observó que los de mayor frecuencia fueron:
1- De daño o persecución: 16 casos; 2- Místico-religiosos: 11 casos; y 3- Bizarros: 8 casos.

Por considerarse estrechamente vinculados al tema tratado, se mencionarán únicamente, algunos de los delirios místico-religiosos observados en los pacientes, discriminados como sigue: referidos a la religión, 8 casos; referidos a la santería, 1 caso; y referidos a manifestaciones espirituales, 2 casos.

Entre los diversos verbatum de los pacientes tenemos:

1- Referidos a la religión:
- " El demonio me martiriza físicamente quemándome la piel".
- " Mi papá es (nombre propio omitido), y yo soy (nombre propio omitido). Mi
papá es Dios todopoderoso, el que domina el universo.... también es el demonio, satanás... es mi adoración
."
- "Siento que Dios me habla para darme consejos".
- "Soy el elegido, tengo poderes. Soy el diablo, nadie puede hacerme daño; soy Dios".

2- Referidos a la santería:
- "Me mandan mensajes; creo que es brujería".
- " Yo me puse así, después que me comí unos chipichipi con brujería".

3- Referidos a manifestaciones espirituales:
- "Los espíritus me molestan y no sé por qué".
- " Esos son los espíritus que me torturan por la piel".

Como epílogo abierto a esta discusión se podría citar lo siguiente: Los delirios de daño o persecución, pueden explicarse por el componente paranoide; así mismo, los delirios bizarros, por el componente esquizoide de la patología estudiada. No obstante, en el caso de los delirios místico-religiosos ¿qué explicación pudiéramos argumentar?. Cabría responderse tal vez, que se corresponden con la naturaleza histórico-cultural del ser humano en relación con sus creencias.

Bibliografía.

1) BURK, I. 1971. Historia Filosófica de la Psique. Ediciones "Gaceta de
Pedagogía". Caracas, Venezuela, pp 13-283.
2) VETHENCOURT, J. 1996. Tres Sabidurías. Heterotopía. Centro de
Investigaciones Populares. Caracas, Venezuela, pp 74-80.
3) CODERCH, J. 1991. Psiquiatría Dinámica. Editorial Herder. Barcelona,
España pp 21-378.
4) QUILLET, A. 1968. Diccionario Enciclopédico Quillet. Editorial Argentina
Arístides Quillet. Buenos Aires, Argentina, pp 440.
5) KINGSLEY, D. 1965. La Sociedad Humana. Tomo I. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires, Argentina, pp 1-419.
6) JUNG, C. 1972. Tipos Psicológicos: Las disputas teológicas en la antigua
iglesia. Obras Completas. Tomo 23. Editorial Sudamericana. Buenos Aires,
Argentina, pp 34-38.
7) COLINA, A. ATTÍAS, A. 1998. Desde una mirada médica hacia un enfoque Humano-Social del maltrato infantil. Caracas, Venezuela, pp 1-46
(mimeografiado).
8) FREUD, S. 1954. Psicoanálisis Aplicado: Una neurosis demoníaca en el
siglo XVII. Obras Completas. Tomo XVIII. Editorial Santiago Rueda. Buenos
Aires, Argentina, pp 187-218.
9) MARCUSE, L. 1970. El porvenir de una desilusión: El hombre y su Dios.
Sigmund Freud. Alianza Editorial S.A. Madrid, España, pp 101-141.
10) COLINA, A. 1999. Tipos de delirios en una muestra de pacientes esquizofrénicos. Caracas, Venezuela. pp 1-10 (mimeografiado).

Texto extraído del siguiente enlace: