viernes, 23 de septiembre de 2016

Fanatismo como factor criminógeno: dos casos

por Juan Manuel Otero Barrigón

Aunque trasciende el estricto ámbito del fenómeno sectario, comenzaremos a plantear un tópico que será el eje de numerosas y continuadas reflexiones en este blog. Esto es, la importancia que en ocasiones pueden tener las creencias como factor criminógeno, sobre todo cuando están mediadas por el fanatismo de sus detentores.

Días atrás se conoció el caso de una joven de 33 años, Geneva Gómez, que fue asesinada por su madre en Oklahoma, Estados Unidos, al serle introducido un crucifijo en la boca y recibir varios golpes, para terminar colocado su cuerpo en posición ritual. Según lo que informan distintos medios, la madre confesó haber cometido el filicidio debido a que su hija estaba "poseída por Satanás". En los registros policiales dice que ella admitió haber "golpeado a su hija y haberle introducido a la fuerza un crucifijo por la garganta hasta que empezó a salirle sangre por la boca. Juanita vio a su hija morir y luego dispuso su cuerpo en forma de cruz".

Juanita Gómez, la mujer acusada de matar a su hija en un ritual de exorcismo

Algunas semanas antes, se había conocido otro caso, esta vez en Polokwane, República de Sudáfrica, donde un pastor terminó matando a una feligresa de su iglesia en un acto que pretendía demostrar el poder de Dios.

Según informó The Southern Daily, el pastor, llamado Lethebo Rabalango, organizó una noche de culto en una iglesia donde trató de demostrar el poder de Dios, afirmando que si Jesús pudo caminar sobre las aguas, él también podría hacer algo gracias a la fe. Fue en ese momento cuando llamó a una mujer joven del grupo de parroquianos y le pidió que se acostara sobre el suelo, para luego colocarle un gran altavoz sobre el estómago.  El pastor se subió en la parte superior del altavoz, añadiendo presión sobre el cuerpo de la mujer por espacio de unos minutos. Cuando se levantó, la mujer se había desmayado. Inmediatamente, y según informa el mismo medio,  el pastor pidió a otros presentes que le aplicaran primeros auxilios a la mujer, quien finalmente  murió a causa de lesiones internas causadas a sus pulmones. El pastor culpó a la mujer y la acusó de falta de fe ya que "no pudo soportar una tarea muy sencilla".

El pastor Lethebo Rabalango y la mujer "víctima por su falta de fe"

Estos dos hechos que repasamos aquí, no son sino dos acontecimientos recientes de un sinnúmero de sucesos similares que ocurren de tanto en tanto, y en los cuales la certeza de estar cumpliendo una misión divina, o bien de actuar guiado por un poder sobrenatural, juegan un papel clave en su desenlace trágico.

La brutalidad del primer caso podría hacernos pensar en un posible cuadro psicótico que desembocó en la creencia delirante de la posesión (delirante en este caso puntual, ya que entendida en su generalidad, la creencia en la posesión espiritual es un fenómeno sumamente complejo y transcultural, no expresión necesaria de psicopatología) y la necesidad de combartir al Mal sin importar los costos para ello.

El caso del pastor, por otra parte, involucraría, mínimamente, la convicción otorgada por la creencia fanática de que bajo el designio divino, o con su protección, cualquier cosa sería posible, quedando marginada de esta manera toda forma de aprehensión racional de la realidad. (La falta de información adicional sobre la personalidad y la biografía del pastor dificultan cualquier otro tipo de presunsión diagnóstica responsable).

Lo que resulta indudable es que más allá de los diagnósticos diferenciales en la singularidad de cada hecho, ambos comparten indudablemente una creencia fanática, irreductible, que en los casos en los que es canalizada a través de una pauta religiosa puede desembocar en situaciones lamentables.

Las relaciones entre el fanatismo y distintas patologías psíquicas son un tema de estudio que viene siendo abordado desde comienzos del siglo xx.

El psiquiatra E. Kretschmer, aunque no se planteó directamente el problema del fanatismo, en su obra "Korperbau und Character" (1921) estableció una relación entre los comportamientos intransigentes y el temperamento esquizotímico. Describió al individuo esquizoide como "hermético autista", propenso a las "ideas delirantes fantásticas" y oscilante entre la hipersensibilidad y la insensibilidad. Inadaptado socialmente y con una "rigidez afectiva" que hace incongruentes sus sentimientos con sus reacciones motoras. Es interesante notar que otros autores como Muhlmann y Wyrsch encontraron, por su parte, cierta conexión entre fanatismo y esquizofrenia.

Otros estudiosos, clásicos como Kurt Schneider y autores contemporáneos también, trabajaron la relación entre fanatismo y otras categorías nosológicas como el paranoidismo. La paranoia es una idea fija(delirante) que hace que el individuo sienta que está en peligro y se atente contra él. El fanático religioso es propenso, a causa de la necesidad compulsiva de defender sus creencias, a odiar todo aquello que atente contra ellas. 



Está claro que no todo fanático padece un trastorno psicológico grave, pero igualmente cierto es que cuando la psicología inherente al fanatismo se articula en un cuadro psicopatológico, las consecuencias pueden ser imprevisibles.

Aún sin llegar al límite que suponen las psicosis, la convicción irreductible que exhibe el fanático religioso lo ciega por completo y lo coloca a sufrir lo que algunos autores denominan "filtraje". El filtraje es una distorsión cognitiva que consiste en que el individuo solo abstrae un aspecto del conjunto y olvida todo el contexto. Por tal motivo, el fanático religioso abstrae lo que para él es la verdad plena de su fuente de creencias, y asume que el resto está equivocado.

Si al filtraje y a la necesidad de defender sus creencias contra todo y contra todos se le agrega la obsesión, en tanto conjunto de ideas fijas de salvación, pecado, virtud, verdad y sacrificio que lo estructuran fijamente, entonces podemos afirmar que estamos ante la configuración de una psicopatología.

El fanatismo religioso no es un diagnostico psicopatológico per se, pero los síntomas que conlleva, implican las más de las veces un claro trastorno de personalidad.

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