sábado, 20 de julio de 2019

Apuntes para repensar a "La Familia", el culto de Charles Manson (Parte 4)



por Juan Manuel Otero Barrigón
(Prof. Cátedras "Psicología Social" 
                                                                                     y "Psicología de la Religión" - Universidad del Salvador, Buenos Aires)


En el libro "Hippie", el genial retrato de Barry Miles sobre la contracultura estadounidense de los años 60, el autor recuerda que al principio del caso, cuando Manson y algunxs de sus seguidorxs habían sido acusados formalmente por los asesinatos en la mansión de Sharon Tate y en la residencia del matrimonio LaBianca, la prensa underground exhibió un fuertísimo apoyo al personaje que, paradójicamente, estaba oficiando de sepulturero oficial del "Verano del Amor" (Summer of Love).  Para muchos, parecía que se trataba de otro caso más de victimización de un hippie simplemente porque llevaba el pelo largo y lideraba una comuna poco ortodoxa. "Bugliosi -le dijo Manson al abogado adjunto del distrito de Los Ángeles- son los Beatles. Es la música que hacen. Hablan de la guerra. Los jóvenes escuchan su música y pillan el mensaje. Es subliminal". En rigor, Manson detestaba a los hippies. Su filosofía de vida estaba más cerca del totalitarismo hitleriano que de los sueños de Ken Kesey y Allen Ginsberg. En cierta ocasión, incluso, llegó a mostrarse de acuerdo con la contradictoria caracterización de ser un "hippie de derechas", racista y misógino en partes iguales, pese a que la mayor parte de sus seguidores eran mujeres jóvenes. En el underground de la época, Manson prefería llamarse a sí y a los suyos con el término "slippies", es decir, personas que se habían "escurrido de la sociedad" (slipping out the society). Como tales, compartían con el hippismo de las flores la cultura del ácido y el amor libre, pero se alejaban sideralmente de los soñadores de Grateful Dead y Jefferson Airplane, apostando por el robo y el asesinato antes que en optar por darle una oportunidad a la paz. Con su defensa inicial a este profeta desencadenado,  algunas de las plumas más influyentes de la contracultura californiana asumieron de su equipo a quien en realidad les estaba dando una puñalada por la espalda. 

"Cease to exist", interpretada por Charles Manson


Como un don nadie de la multitud, Charles Manson vio frustrados sus sueños de carrera musical cuando el productor discográfico Terry Melcher, (hijo de la recientemente fallecida Doris Day), le bajó el pulgar a sus canciones, metiéndolo en la misma bolsa que a montones de artistas ignotos con ansías de fama. El repaso biográfico de la vida de muchos líderes de Culto, comúnmente da cuenta del importante papel que juega la frustración vital como disparador aliciente en la espiral abusiva que es tema preminente en la vida sectaria. Por otro lado, y para apagar el fuego de las protestas juveniles, el sistema convirtió a Manson en portada de las grandes revistas, imagen recurrente de los noticieros y primera página de los diarios. Se lo vendía como el asesino desalmado, pero se falseaba la realidad al presentarlo como la cara visible de la juventud de los sesenta. La contracultura, y algunas de sus principales voces, tardaron demasiado en advertir la jugada. Cuando se dieron cuenta, para gran parte de la sociedad norteamericana y del mundo, Manson ya había sido convertido en el rostro visible de la estación final a la que podían conducir la búsqueda de alternativas vitales a los mandatos de la sociedad tecnocrática, y los nuevos y revolucionarios ensayos de expansión de la consciencia.

(Continúa próximamente)

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