sábado, 9 de septiembre de 2017

Inviabilidad clínica de la oposición weberiana

Max Weber

Por Juan Manuel Otero Barrigón // La clásica distinción entre secta e iglesia que propuso originalmente el sociólogo alemán Max Weber, señalaba a las sectas como comunidades pequeñas, cerradas y dinámicas, estrictas en sus prácticas y a las cuales uno pertenecía, mayoritariamente, por elección, luego de un proceso de rigurosa evaluación por parte del grupo. En contraposición, uno formaba parte de la Iglesia, fundamentalmente, por nacimiento, heredando así una identidad cultural. Si bien entonces la palabra secta ya era de uso común en el lenguaje de la sociología y de la religión, su significado tomó una nueva dimensión a partir del caso del Templo del Pueblo, punto de partida para la reflexión psicológica sobre el fenómeno sectario. Es, en este sentido, que desde una concepción anclada en la salud mental, la conocida oposición weberiana deja de tener significancia, dado que, como es sabido, no todos los grupos sectarios tienen un contenido religioso y/o espiritual, siendo que permanecer bajo ese paradigma acarrearía, entre otros problemas, el riesgo de enlodazarse en disputas doctrinales intrascedentes para el psicólogo o psiquiatra, amén de ser además susceptible de ser utilizado en desmedro de las minorías religioso/espirituales. La verdadera oposición en términos clínicos no es, entonces, entre iglesia y secta o entre religión y secta, sino entre grupos psicodinámicamente sanos y grupos estereotipados y abusivos, cualquiera sea su origen y contenido. Este es un aspecto que los profesionales de la salud mental dedicados al tema deben tener siempre muy presente, y que bien asimilado, desactiva gran parte de las controversias que el vocablo secta ha desatado entre sociólogos, antropólogos y psicólogos de la religión

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