viernes, 4 de mayo de 2018

El Complejo de Pueblo Elegido


"El Complejo de Pueblo Elegido"

por Juan Manuel Otero Barrigón

Todo camino espiritual sincero se encuentra, en algún momento, con la necesidad articular los frutos de su recorrido con alguna contribución social desinteresada que ayude a elevar el nivel de consciencia de los demás. Es la dimensión esencialmente comunitaria de la vida espiritual, aspecto que los hindúes conocen bien, y que ellos ubican dentro de la noción de karma yoga.

En algunos casos, la esencia misma de dicho camino de crecimiento interior discurre por las vías de la vida comunitaria, esto es, por la fuerte identificación y sentido de pertenencia del individuo para con un grupo.

Cuando los grupos espirituales, cualquiera sea su origen y creencias, proponen una disciplina que, respetando la autonomía y libertad de sus miembros, les permite avanzar en pos de su autorrealización, y los ayuda además a constituirse en factores positivos para el prójimo, podemos concluir que estamos ante un grupo psicológicamente sano.

Sin embargo, en otras oportunidades, nos encontramos con grupos que, cerrados en sí mismos, y convencidos de su superioridad espiritual respecto a los demás, se atrincheran dentro de los límites de las pretendidas verdades descubiertas, las cuales consideran vedadas para aquellos que no pertenecen al grupo. Es muy diferente creer que uno está transitando el camino correcto para sí mismo, a asumir la convicción de que ese camino o comunidad a la que se pertenece, es “la elegida”.

Los grupos y comunidades poseídos por el “Complejo de Pueblo Elegido”, instrumentan dinámicas que tienden a separar a aquellos que pertenecen de quienes no pertenecen, motivados por la necesidad de proteger la pureza espiritual que atribuyen al grupo, frente a la amenaza de “contaminación” exterior.

Por tal motivo, proyectan su Sombra afuera, siendo este un mecanismo homeostático por medio del cual el grupo consolida su cohesión, al tiempo que le permite dar forma al “chivo expiatorio” que justificará su alejamiento de un mundo concebido como pernicioso y degradante.

Impera, aquí, la lógica maniquea de buenos/malos, salvados/condenados, santos/pecadores que simplifica la realidad, pero que otorga, en el mismo proceso, la tranquilidad de artificio que supone la convicción de “estar del lado correcto de la vida”.

En un mundo colmado de incertidumbres como el que habitamos, la necesidad de sentirnos seguros y reconocidos puede ser muy fuerte. Al punto tal que muchas personas pueden estar dispuestas a renunciar a importantes cuotas de libertad y autodependencia, si de “pertenecer” y “formar parte” se trata.

El “Complejo de Pueblo Elegido” va minando, progresivamente, la apertura dinámica, creativa y flexible del grupo para con su entorno, encerrándolo en actitudes rigoristas e intransigentes, que torna a sus miembros inflexibles y severos hacia los demás, pese a que, ellos juren, sólo los motiva el amor al prójimo.

Funcionan, psicológicamente, de manera estereotipada, sin posibilidad de interrelación dialéctica con el mundo, lo que conduce al grupo al autocentramiento en su propia y exclusiva lógica, y por ende, a la clausura de intercambios enriquecedores con la sociedad.

Creerse parte del “Pueblo Elegido” otorga a los componentes del grupo la convicción de estar frente a una misión importante que cumplir, frente a un Destino y una Tarea, parodia colectiva del Viaje del Héroe del que nos hablaran mitólogos como Joseph Campbell.

Sofocada la individualidad de sus integrantes, se interrumpe el viaje interior de la psique, que requiere, para su buen despliegue y desarrollo, confrontarse sin velos con las propias zonas oscuras de la personalidad.

Encerrados en su propia burbuja, los miembros del Pueblo Elegido vagan con mapas mojados por un desierto sin límites, sintiéndose herederos de una Tierra Prometida, que esperándolos en ningún lugar, sólo ellos, en sus ensueños colectivos, creen conocer.

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