sábado, 20 de junio de 2020

Sobre creencias y fundamentalismos




Por Juan Manuel Otero Barrigón // La historia nos enseña que un único punto de vista es siempre insuficiente para abarcar toda la complejidad de la realidad. Es por eso que la intolerancia a la singularidad de la experiencia ajena suele ser expresión de emprobrecimiento intelectual y convivencial entre las personas y los grupos humanos. El autoritarismo es consustancial con los fundamentalismos, los integrismos y los fanatismos; incluso también con los totalitarismos lingüísticos, étnicos, políticos, y culturales, que desde antaño confundieron expandirse con universalizarse. En el fondo, persevera la tentación de querer ser como Dios (Gn 3,5), y aquellas construcciones humanas –sobre todo las ideológicas- que pretenden adueñarse de la radicalidad del Misterio. A menudo, y cuando son tomadas demasiado seriamente, las creencias pueden convertirse en un corset mental y espiritual, volverse tóxicas. No es lo mismo tener creencias a ser tenido por ellas. El fundamentalista es así, un poseso: viviendo bajo el influjo tirano de sus propias proyecciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario