sábado, 2 de noviembre de 2019

Caída y Ascenso


Pintura: Joakim Ericsson

Por Juan Manuel Otero Barrigón // “¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!” Fórmula impresionante que, en el plano racional, traduce la preocupación de una continuidad sin falla del poder, pero cuya resonancia profunda expresa la angustia del vacío y la necesidad de restauración inmediata de una imagen venerada, protectora, eterna, más fuerte que la muerte. Fórmula que sintetiza, poderosamente, muchos episodios en los que el líder de Culto es arrancado de su sacralidad para verse cubierto por el lodo de situaciones tan profanas, como (in)creíbles, para sus seguidores más fieles. De esta manera, instalada la disonancia cognitiva entre ilusión y realidad, la brecha tendrá que cerrarse para que el grupo sobreviva. Algo que va ocurrir, eventualmente, mediada la habilidad de reconfiguración discursiva del líder para sostener su mensaje. Así, el grupo logra conservar su homeostasis interna.
La persona se esfuma. El ídolo queda.

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