jueves, 23 de febrero de 2017

Sobre la preeminencia del carisma



Por Juan Manuel Otero Barrigón // Entre los mejores líderes sectarios están aquellos que se pueden definir como carismáticos. Cualidad indisociable de todo líder abusivo con aspiraciones de éxito. La palabra carisma tuvo un significado religioso cuando apareció en las versiones griegas tempranas del Nuevo Testamento. Allí, cuando Pablo se refiere a los dones espirituales, ya no hablaba en términos griegos relativos al talento artístico o musical, sino a aquellos dones de Dios traducidos en profecías, comprensión de misterios, realización de milagros, etc. Claro que, él mismo se ocupó de aclarar, lo que les da significado a esos dones no es la mera maravilla, sino el ser utilizados para ayudar a otras personas. El sociólogo Max Weber luego introdujo el término a la órbita de las Ciencias Sociales, delineando tres bases para esa autoridad que caracteriza al liderazgo en una comunidad. Estas incluían la dominación patriarcal, la definición legalista de la autoridad, y el carisma. En realidad, la dirección carismática siempre está por encima de las otras dos bases dado que se nos presenta como "ajena a toda norma o tradición". El líder carismático llega al poder como alguien a quien los demás se someten porque consideran que se trata de un ser excepcional. Sus seguidores creen que tiene cualidades superiores a las de los otros hombres, cualidades que en otros tiempos eran valoradas como sobrenaturales. Sin embargo, poco importa que estas cualidades del líder sean reales, supuestas o conjeturales. Lo importante es que los miembros del grupo se las atribuyan, identificándose el líder con el Ideal proyectado sobre su figura. El líder arroja su carisma personal contra la dignidad consagrada por la tradición, con vistas a romper su poder o forzarlo a ponerse a su entero servicio.

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