Por Juan Manuel Otero Barrigón // Durante cierto tiempo, sobre todo con el fin de estudiar los efectos de la propaganda en los años 20´y 30´, tuvo bastante auge la denominada Teoría Hipodérmica, un modelo de comunicación desarrollado entre otros por el teórico Harold Lasswell, y que sugiere que un mensaje con destino específico es directamente recibido y aceptado en su totalidad por el receptor. Según este análisis, la Comunicación de Masas trabaja de la misma manera que una aguja hipodérmica en cuanto que paulatinamente va introduciendo en el receptor las clasificaciones, valores, normas y códigos que son artificialmente elaborados. En el tema de creación de actitudes, las investigaciones sobre los efectos indirectos, a medio y largo plazo de, por ejemplo, Hartmann y Husband, fundamentaron el sistemático cambio de actitudes que un grupo social puede tener como resultado de ese goteo simbólico seleccionado. La Teoría Hipodémica, entonces, se concibió durante mucho tiempo como una de las técnicas más poderosas de condicionamiento y contracondicionamiento de valores a través de refuerzos positivos y negativos sobre los receptores. Sin embargo, los teóricos que definieron la Teoría Hipodérmica se plantearon un individuo aislado, abstracto, pero en realidad es sabido que cada individuo no está verdaderamente aislado: críticas posteriores sugirieron que dicha teoría supone la extrapolación de ese individuo cuando en la práctica real deben tenerse en cuenta otros elementos que se sitúan en el espacio entre el emisor y el receptor, entre el estímulo y la respuesta: no hay vacío real. No se inyecta directamente el mensaje en vena. Ese espacio está repleto de elementos: factores sociales, económicos, psicológicos, etc. La reacción al estímulo no es, de esta manera, inmediata ni generalizada (cada individuo pertenece un grupo social específico; vive en una red de relaciones, amistades, intereses económicos, por edades, por nivel cultural, etc) ni tampoco mecánica, como sugiere esta teoría. Así, y amén de la popularidad de la que gozó en su momento, hoy en día se considera a la Teoría Hipodérmica demasiado simplista para explicar un fenómeno por demás complejo, como lo es la persuasión colectiva.
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